El mundo está cambiando de una manera acelerada, tal vez mucho más de lo que
algunos pudiéramos haber imaginado que veríamos que sería. Tal vez demasiado ante
el gusto y opinión de muchos y probablemente tan acelerada que está llegando a
generar desafíos en nuestra forma de vivir, convivir y ver la vida que no nos hace
sentir cómodos.
Cambios, todos nos pronunciamos a favor de los cambios pero con tan contradictoria
forma de recibirlos que, cuando llegan los resistimos, nos incomodan y pasamos
buena parte de la primera fase de la inclusión de un cambio pensando cómo hacemos
para regresar a como estábamos o qué disparate se nos ocurrió que nos está llevando
a donde no nos imaginamos que íbamos a llegar.
Lo cierto del caso es que, sin importar el tipo de cambios que la vida nos presente,
cada uno de ellos se origina en el tipo de creencias que tenemos, en las que vamos
formando y en aquellas que vamos modificando. Para realizar un cambio que perdure,
no es suficiente cambiar solo la conducta, se requiere llegar al argumento profundo
que pueda generar un cambio en las creencias de la persona.
Actuamos y nos comportamos basados en las creencias que hemos ido formando, en
aquellas que nos han inculcado y en las que nuestras propias experiencias han ido
afianzando. Nuestras opiniones serán tan diversas con los demás en cuanto sean
diversas nuestras creencias. He allí la gran complejidad que representa la convivencia
del ser humano: todos hemos sido formados de una manera diferente y por lo mismo
somos el producto de un conglomerado de diferentes creencias que dan como
resultado nuestro comportamiento y toma de decisiones.
Justo la semana recién pasada, compartiendo con un grupo, conversamos sobre la
importancia que tiene para cualquier decisión y tipo de cambio que deseáramos
generar en nuestra vida, el punto de referencia de nuestras creencias. Será en la
validez que tenga ese punto de referencia que nuestras creencias serán sólidas y por
lo mismo la forma en que nos comportamos será mucho más sencillo de sustentar al
momento de disponernos a avanzar en la vida.
¿Cuáles son las creencias en su vida que debería modificar? No estoy hablando de
aspectos dogmáticos ni religiosos. Me refiero a aquellas creencias que, lejos de
impulsarle, le están sirviendo de obstáculo para alcanzar nuevos niveles en su vida.
¿A quién le creyó el “no se puede”? ¿En qué etapa de su vida afianzó la creencia que
“no puedo cambiar”? ¿Qué cancioncita le convenció que “no vale la pena volverlo a
intentar”?
Estas creencia limitantes tuvieron su raíz precisamente en su pasado, en alguna
situación vivida o en la autoridad conferida a la persona que la pronunció. Pero ¿qué
tan cierto es eso? Si examina con detenimiento las experiencias vividas se dará cuenta
que, si bien por un lado existen aspectos que podrían ser el argumento perfecto para
no intentarlo de nuevo, existen también una muy buena cantidad de momentos que le
harían creer todo lo contrario: que usted puede, que vale la pena seguirlo intentando y
que los cambios son posibles.