La semana pasada conocí sobre ella.  Fue durante un entrenamiento empresarial que

tuve la oportunidad de realizar.  No pregunté su nombre.  Lamento haberlo hecho,

hubiese enriquecido más su historia.  Ella se dedica a vender panes.  Así es.  Panes con

jamón, frijoles y de otro tipo para saciar el hambre que se da previo al ingreso a

trabajar en diferentes oficinas que están cercanas al lugar donde ella se coloca.  La

demanda que tiene es alta, vende bastante.  La gente se aglomera de tal manera que,

por momentos veía mermada la venta cuando tenía que combinar la función del

despacho de alimentos con las del cobro.   Los que querían comprar se desesperaban

al verla cobrar y a quiénes les tenía que cobrar se ponían nerviosos de verla despachar

tanto.  Estando sola en el puesto, encontró una estrategia: creer en los demás.

 

Se enfocó en el despacho, en la atención al cliente. Dejó el tema del cobro a la

honestidad de cada persona.  Colocó un cesto en el que cada quien deposita el dinero

que corresponde en pago a lo consumido y en el que, igualmente, cada persona toma

el dinero que corresponda de vuelto.   Dejó en manos de cada persona la ejecución de

su propia transacción.

 

¿Qué le parece?  Sinceramente ¿Qué opina de lo que hace esta señora?  En el grupo

donde nos enteramos de esta estrategia, causó diversas reacciones como considero

que está pasando en este momento al leer estas líneas.  No faltarán las risas de los que

consideran una locura y suicidio económico lo que ella hace, pero tampoco serán

ausentes los ojos abiertos y miradas de asombro ante lo que ella propone.  Creer en la

gente.  Una práctica poco usual en muchos de los ambientes de nuestra vida. Nuestra

historia nos pudiera dar pocos argumentos de base para que lo hagamos.

 

Traiciones, sociedades infructuosas, infidelidades vividas, asaltos de los que hemos

sido víctimas, engaños que nos enteramos que hacen, sistemas de corrupción que

carcomen la sociedad…  Creer en la gente no es la recomendación número uno que nos

motivan a realizar.  Al contrario, el sistema está diseñado para desconfiar,  estar alerta

y prevenidos de cualquier indicio de malicia en nuestra contra.  Casas blindadas,

colonias cerradas, personas armadas. Todo un sistema de protección ante lo que

pudiera ocurrir a nuestro alrededor.

 

Creer en la gente no es común.  Pero, en medio de lo poco común que sea ¿dígame si la

historia de esta persona no nos desafía a imitarle? En medio del romanticismo utópico

que genera saber que en realidad existan personas así, ¿no genera en nosotros el

deseo de ver una sociedad que se mueva bajo este sistema de valores?  Como le indico,

no supe el nombre de esta señora, pero creo que el anonimato de ella es útil para

colocar nuestro nombre en esta historia y hacerla propia. ¿Qué le parece si le

seguimos dando una oportunidad a los demás? ¿Qué le parece si confiamos en el

potencial más que en el currículum de una persona?  ¿Cómo sería si tan solo por hoy

nos decidimos a creer en la gente?