La escena es una de las típicas cómicas de las películas de Cantinflas, por cierto una de
sus más emblemáticas: El Gendarme Desconocido. Un grupo de asaltantes ha colmado
la paciencia del comandante de la policía y le indica a su subalterno que tiene 48 horas
para atrapar a la banda. Éste a su vez, indica a su inmediato inferior que tiene 24
horas para apresar a la banda, quien endosa a una persona más el encargo sólo que
indicándole que tiene 12 horas para hacerlo. Así se sigue reduciendo la brecha hasta
llegar al último rango de oficiales que existe, obteniendo como última respuesta: “sólo
que será después de mi hora de almuerzo”.
Por graciosa que resulte la escena ¿No se siente identificado con lo que en muchas
ocasiones sucede al momento de encomendar una tarea? Es mucho más fácil exigir el
resultado sin importar la forma que brindar las herramientas necesarias para poder
ejecutar la tarea de mejor manera.
Delegar no es sencillo. A muchos les aterra esto. Considero que el arte de liderar
exige precisamente el desarrollo de la habilidad de delegar de manera efectiva. Esto se
aprende, no es natural en nosotros delegar. Estamos orientados por configuración a
acaparar, a querer resolver las cosas por nuestra cuenta y no esperar que alguien más
se inmiscuya en lo que consideramos nuestros asuntos. Desde que la palabra “mío” se
apodera de nosotros en nuestra infancia, soltar a otros lo que consideramos parte de
nuestro territorio no se vuelve sencillo.
Existe una variedad de obstáculos que considero se convierten en impedimentos en la
ejecución del gran desafío de delegar. Siendo el primero, y posiblemente el más
grande de todos, el EGO. Sí, así es. El Ego se convierte en un gran obstáculo para
poder delegar. ¿Cuál es la frase típica que encontramos en una persona cerrada a
delegar? Encontrará variantes en cuanto a la semántica pero la esencia es la misma:
“Nadie hace las cosas tan bien como yo”. Considerarnos el “non-plus-ultra” del cómo
hacer las cosas dificulta en gran manera la oportunidad de delegar a otros una tarea.
Delegar una tarea de alguna forma requiere doblegar el ego reconociendo que
encontramos a alguien que es capaz de hacer algo que ahora ya no haremos nosotros.
Implica exponer ante los demás que no somos los únicos en hacer “eso”. Un golpe al
Ego, a nuestro Ego. Delegar es un acto de humildad que no todas las personas están
dispuestas a ejecutar.
Ahora bien, no piense que con resolver el problema del ego está ya todo hecho y nos
convertimos en personas hábiles para delegar. Doblegar el ego es el inicio, pero
solamente eso: el principio de un recorrido que debemos transitar hacia la búsqueda
de hacer uno de los elementos del trabajo en equipo una realidad. Le invito a que en
las próximas semanas sigamos avanzando en algunas observaciones y
recomendaciones que considero pueden serle útiles al momento de delegar.