Cuando era joven y libre y mi imaginación no tenía límites,
soñaba con cambiar el mundo.

A medida que crecí y me volvía más sabio,
descubrí que el mundo no cambiaría

Entonces recorté mis expectativas y decidí cambiar sólo mi país.
Pero eso también parecía inalcanzable.

Cuando llegué al atardecer de mi vida, en un desesperado y último intento,
me conformé sólo con cambiar mi familia y a los más allegados,pero,
¡Qué pena!, no quisieron saber nada.
Y ahora heme aquí, en mi lecho de muerte, y acabo de comprender (quizá por primera vez)
que si tan solo me hubiese cambiado primero a mí mismo,
entonces con mi ejemplo hubiese influenciado a mi familia y
con su aliento y apoyo podría haber mejorado mi país, y quién sabe, si hasta hubiese cambiado el mundo.

(Epitafio de un Obispo Anglicano)