El viernes de la semana pasada Guatemala amaneció con mucha alegría. La noche
anterior, nuestro connacional recibió un premio internacional a la Excelencia. Tal era
la felicidad de muchos que escuché comentarios que incluso llegaron a minimizar la
conmemoración del día de Tecún Uman a cambio de darle más fuerza al trofeo recibido
la noche anterior por el cantautor. La excelencia de uno nos hizo felices a muchos.
Pero eso no es aplicable únicamente al compositor de “Señora de las Cuatro Décadas”.
Justo a raíz de este momento vivido me puse a meditar en una verdad que,
seguramente ha estado vigente desde muchísimo tiempo atrás pero que logré
sintetizarla hasta este momento: La excelencia nos hace felices. Cuando somos
excelentes en lo que hacemos un sentimiento de gran satisfacción nos llena. Saber que
somos buenos para lo que hacemos hace que genere en nuestro interior un sentimiento
de orgullo sano que nos fortalece en medio de lo arduo que pueda resultar lo que
diariamente enfrentemos.
Analícelo por un momento. Recuerde los instantes en los que las cosas no le han salido
bien. Todos hemos estado en zona de debilidad. Esos espacios donde no somos hábiles
para hacer lo que nos delegan. Instantes en los que no entendemos dónde estamos,
para donde vamos y mucho menos cómo llegar. Sencillamente no hay habilidad
natural. Eso genera insatisfacción. No nos sentimos a gusto. No hay felicidad en
aquello que no hacemos bien.
Ahora, medite en el escenario opuesto. Haga memoria de los momentos en los que
usted se desempeña como pez en el agua. No solo su habilidad natural sale a flote sino
que los resultados logrados hablan por si solo de lo bien que la pasa haciendo lo que
hace. Los buenos resultados, el buen desempeño, nos hace feliz. Hacer las cosas con
excelencia trae felicidad.
Ahora bien, no estoy hablando únicamente de hacer lo que nos gusta o lo que
disfrutamos. Todos estamos conscientes que Arjona no llegó a obtener ese galardón
solo porque le gusta cantar. A la pasión que tiene por lo que hace, ha sido necesario
añadir muchos ingredientes para que la receta lograra un sabor de satisfacción
incomparable. Esfuerzo, capacitación, entrega, sacrificio, amor por lo que hace,
atención al detalle, enfoque, trabajo arduo… en fin… muchas cosas que todos sabemos
se hacen indispensables para poder llegar al nivel de la excelencia. Pero, creo que la
excelencia inicia con el reconocimiento sincero de aquello que nos apasiona hacer. Eso
nos llevará a dar los pasos siguientes. Eso dará razón a todo el esfuerzo y sacrificio que
se tenga que dar por alcanzar la excelencia. Difícilmente procuraremos ser excelente en
aquello que no nos gusta hacer.
La excelencia nos hace felices. En primer lugar a los que la procuran en su diario que
hacer, pero lo extraordinario del caso, es que la excelencia en lo que hacemos traerá la
felicidad a aquellos a quienes logremos alcanzar. Pudiera ser un pensamiento loco o
utópico, pero qué excelente sería que todos fuéramos excelentes.