Las últimas semanas de cada año y las primeras del que inicia resultan, para muchos de los casos, tensas ante la presión recibida por establecer metas.  Muchos hemos llegado a sentirnos frustrados ante esa presión.  Los medios de comunicación, amigos, familiares e incluso uno mismo sabe que es la época ideal para establecerlas.  Lo cierto del caso es que, si bien este período resulta el ideal, no necesariamente es exclusivo para realizarlas, por lo que el sentimiento de frustración tampoco se limita únicamente a estas semanas.

Desde que tuve la oportunidad de sentarme a reflexionar al respecto pude entender, por mi propia experiencia, por lo menos 3 razones que hacen que establecer un plan de metas se convierta en una actividad frustrante:

a. La meta no está definida claramente.  El problema inicia allí: al no saber ni nosotros mismos con claridad lo que deseamos la frustración es una consecuencia lógica pues jamás lograremos darnos cuenta si ese “deseo” se alcanzó o no. Pronunciar palabras como “Este año quiero superarme laboralmente” ,”Este año lograré grandes cosas en mi matrimonio”,  “Mi meta es servirle con todo al Señor” o alguna similar y  las ha elevado a la categoría de metas tarde o temprano podrá verse amenazado con un sentimiento de frustración, pues esas expresiones no indican con claridad una meta que usted pueda llegar a corroborar si la alcanzó o no.

b. Nadie nos enseña a establecer un plan de metas. Si por un lado existe mucha presión externa para que usted establezca metas, por el otro se encontrará con muy pocas opciones de ayuda para establecerlo.  Pudiera ser, en el mejor de los casos (aunque honestamente tengo mis serias dudas en cuanto a si es lo mejor o no) podemos encontrarnos con gente muy bien intencionada que nos orientará por medio de consejos lo que “deberíamos hacer si ellos fueran nosotros” lo cual nos pone en el peligroso riesgo de empezar a vivir la vida de otros.

c. Nuestro individualismo.  Cerramos la definición de la meta hacia nosotros mismos o la búsqueda de su definición sin compartirla con nadie y esa soledad hace que en el camino perdamos el impulso por conseguirla.

Establecer un plan de metas pudiera generar frustración, sin embargo esto no debe ser así.  Todo lo contrario, definir nuestras metas debiera ser una actividad emocionante, que nos llene de entusiasmo y nos permita desarrollar el potencial interno a fin que al cumplirlas podamos alinearnos en la realización de nuestro propósito de vida.  Estaré compartiendo más adelante algunos principios y recomendaciones prácticas para que, examinando en su interior, pueda generar su propio plan de metas que le lleve a una o quizá la mejor aventura de su vida.