El liderazgo es uno de los tesoros más importantes que se le puede conferir al ser
humano. La influencia, como esencia del liderazgo, se constituye justamente en la
gran oportunidad que se tiene de afectar el comportamiento de otros y lograr
resultados orientados hacia objetivos comunes.
Ken Blanchard dijo: La clave para un liderazgo exitoso es la influencia y no la
autoridad. Pero, ¿Dónde inicia el liderazgo? Creo firmemente que el liderazgo inicia
justo en la esencia del ser del individuo. La persona que sabe liderarse a sí misma,
tendrá mucho menores problemas para liderar a otros. Debemos reconocer que es, en
muchas ocasiones, mucho más sencillo lograr que otros hagan lo que deseamos a que
lo hagamos nosotros mismos. ¿No se ha encontrado con situaciones en las que se dice
a sí mismo: “Sabía que no tenía que… hacerlo, decirlo, comprarlo”? ¿Por qué si
sabíamos que algo nos perjudicaría o traería una consecuencia incómoda lo hicimos?
A la inversa sucede lo mismo: nos alejamos de acciones que tenemos todo el
conocimiento del bien que produciría en nosotros. ¿Por qué sucede eso? La razón y el
conocimiento no son suficientes. Por mucho que exista un pensamiento racional,
estructurado y lógico hacia lo que sabemos que tenemos o no qué hacer, será el
gobierno de nuestro ser interior el que marcará la pauta de esas acciones.
El proceso del liderazgo es un recorrido interminable, nunca dejamos de aprender y
aquel que llegue a considerar que ha llegado, sencillamente está reconociendo que ya
no quiere seguir avanzando. El proceso de conocer nuestro ser es igualmente
interminable y por lo mismo el gobierno o liderazgo sobre nosotros mismos será un
proceso interminable.
El liderazgo no es posición, la posición otorga el privilegio momentáneo de la
autoridad; sin embargo, el verdadero liderazgo trasciende más allá de la temporalidad
que otorga la posición. Eso se consigue cuando la persona ha logrado el hábito de
gobierno de sí mismo. La congruencia entre lo que dice y lo que hace es fundamental.
El trabajo intencional en sus pensamientos, creencias, emociones y todo el conjunto
que conforma su ser interior es fundamental. No se trata de llegar a la perfección, el
liderazgo perfecto no existe, más bien se trata de la constante batalla por ser la mejor
versión de nosotros mismos de manera consistente.
Si bien los resultados se convierten en excelentes medidores del nivel de liderazgo
que una persona puede llegar a desarrollar, éstos pierden validez cuando en el camino
se observa que fueron dejadas personas heridas, relaciones rotas y los comentarios
adquiridos no son los del líder “exitoso” que se presume ser. El liderazgo no se
fundamenta solamente en los logros, el liderazgo tiene su mayor ancla de
sostenimiento en el ser del individuo. Más allá de lo que tiene, más allá de lo que ha
hecho o ha conquistado, la pregunta inicial que todo líder debe responder es la
relacionada con su propia identidad.