Adicional al trabajo de vendedor vacacionista en un almacén que muchos de nosotros hemos tenido como primera experiencia laboral, el primer trabajo que recuerdo haber tenido fue el de profesor en colegio. No me gradué como maestro, pero el tema de la enseñanza me ha apasionado desde hace años. Viendo en retrospectiva esta experiencia y, viendo muchos de los modelos actuales y sobre todo las necesidades existentes, observo que las cosas han cambiado bastante.

La necesidad sigue estando. El aprendizaje sigue siendo una necesidad latente en todos los seres humanos, sin importar la edad o grado académico. Aprender debiera ser parte de las búsquedas cotidianas que toda persona procure en su caminar diario.

Las excusas para no aprender cada vez son menos, las oportunidades de adquirir conocimiento crecen y la viralidad que se puede generar a través de plataformas como las redes sociales nos brindan la oportunidad de tener más cercanía a nuevos contenidos.

Aprender es un privilegio al cual todos tenemos derecho, pero no todos estamos conscientes o tenemos la oportunidad de estar expuestos a él. Las diferencias que se brindan en este sentido son grandes y las puertas que se abren igualmente tienen diferencia. Desde hace muchos años he tenido la interrogante de ¿por qué deseamos aprender?

En muchos de los casos se debe, precisamente a las puertas que un cartón universitario o de postgrado puede abrir hacia una mejora laboral. Pero ¿qué tan coincidente es dicho cartón con el aprendizaje y aplicación real que tenemos?   Es precisamente el aspecto de la aplicación de lo aprendido el verdadero reto del aprendizaje. No se trata solo de saber, sino de poderlo aplicar y llevar hacia nuevas oportunidades y dimensiones nuestro espacio de acción a través de dicha aplicación. Lo cierto del caso es que en este constante desafío que representa la aplicación de lo aprendido, muchas veces impresiona más la letanía de títulos que recitamos al presentarnos ante otros que las verdaderas oportunidades de cambio que hemos propiciado con lo que hemos aprendido.

Es cierto, los títulos son atractivos, pero más funcional es una buena idea puesta en práctica que una oficina llena de reconocimientos. Espero no estar dándome a entender mal. Mi idea no es desvalorizar los títulos, todo lo contrario: busco que le saquemos el mayor provecho y partido a lo que hemos aprendido a través de la aplicación de dicho aprendizaje.

Nuestra sociedad necesita de cambios. Cambios que solo se pueden procurar a través suyo y mío. Usted y yo que estaremos mejor preparados para hacer esos cambios en la medida que precisamente hagamos eso: prepararnos. Pero es una preparación que exigirá y demandará de nosotros que pongamos en práctica dicho conocimiento, no solo para nuestro beneficio personal, sino para el de otros. Cuando eso sucede, nuestro conocimiento se vuelve funcional. Cuando eso hacemos nos convertimos igualmente en maestros. Posiblemente no de un salón de clases, pero si en maestros de vida que están interesados en ver una sociedad transformada.