La comodidad es precisamente eso: cómoda.  Nos gusta, la buscamos e intentamos provocarla.  Es algo natural en el ser humano.  La incomodidad es precisamente eso: incómoda.  No nos gusta, la evitamos e intentamos alejarnos de ella.  Tal pareciera que al referirnos a estas palabras antónimas hasta pareciera ilógico e incongruente pensar en la búsqueda de algo que no sea cómodo; sin embargo, la comodidad puede llegar a resultar uno de los más grandes problemas a los que el ser humano se pudiera estar enfrentando hoy en día.

La llamada “zona de confort” se refiere precisamente a esa región de nuestra vida a la que nos hemos acomodado, creemos que no exista nada más alejado de ella y dentro del espacio de lo conocido nos resulta más confortable y por momentos “seguro” mantenernos dentro de ella.  Esta zona de confort, viene determinada en gran medida por nuestros creencias, valores adquiridos, hábitos formados y en su nivel más profundo por los pensamientos de los que nos hemos alimentado.

Una zona de confort no necesariamente se convierte en un lugar agradable.  Contradictoriamente a lo que se pudiera pensar por lo asociado a la comodidad que representa el concepto, este término puede aplicarse a situaciones de dolor, dificultad o similar.  Una persona que sigue amarrada a una relación que le hace daño, que le lastima y la menosprecia pudiera estar viviendo en una zona de confort.  Alguien que lleva años soportando injusticias laborales, mal trato de los jefes o algo similar pudiera estar bien “acomodado” a la zona de confort.

La zona de confort es nuestro espacio conocido, lo que se ha vuelto habitual y lo hemos llegado a considerar como “parte de nuestra vida”.  Es esa situación a la que hemos preferido adaptarnos y tolerar pues consideramos que no puede haber algo distinto a ella y, correr el riesgo de buscar algo diferente, es demasiado aventurero y puede generar mayor frustración en el camino.

Por otro lado, existe también aquella zona de confort donde lo agradable se convierte en el mayor peligro que pudiéramos tener al acecho.  Ese buen y estable empleo que hemos conservado por años que nos puede estar robando la oportunidad de desarrollar todo nuestro potencial, esa amistad tan duradera que nos impide dar el paso a una relación más formal por temor a perderla.  Lo cómodo de lo bueno pudiera estarnos robando la experiencia de algo mejor.

Tengo la impresión que, en este punto de la lectura, hemos llegado ya a un consenso y acuerdo sobre lo que la zona de confort representa pero ¿Qué origina y, más aún, cómo abandonar la zona de confort?  Ese es justo el gran dilema en la gran mayoría de los seres humanos.  Es uno de los más grandes desafíos a los que nos enfrentamos pues de no tenerlo claro, pudiéramos caer en el extremo de llegar a vivir una vida tan inestable que igualmente nos desenfoque del cumplimiento de nuestro propósito de vida.  El balance entre la estabilidad de vivir alineado a un propósito y la búsqueda de nuevas oportunidades es todo un desafío en el ser humano.

Una vez comprendido este desafío y la importancia de mantener un equilibrio en la búsqueda de nuevas oportunidades en relación a las que estamos viviendo, listo a continuación 3 elementos que considero son, en gran medida, responsables de mantenernos en una zona de confort:

  • Creencias limitantes
  • Identidad no descubierta
  • Hábitos improductivos

Estos tres elementos se convierten en grandes enemigos ante el desarrollo de nuevas oportunidades, cada uno se vuelve en un elemento no solo distractor sino que minimiza nuestro potencial.  Justo de ellos podrá saber más en el artículo 3 enemigos de nuestro potencial.  Basta decir en este momento que es de vital importancia determinar si alguno de ellos, o los tres, están mermando nuestra condición actual en el progreso que nuestra vida debiera tener.

Abandonar la zona de confort es simple, pero no fácil.  Simple en cuanto a que difícilmente ignoramos lo que tenemos que hacer, complicado pues el futuro será incierto en la gran mayoría de los casos y será esa incertidumbre la que nos ocasione la mayor fuerza de resistencia para no avanzar.  Para abandonar nuestra zona de confort es importante buscar el compromiso interno por una mejor realidad de la que estamos experimentando, es decir, reconocer que la aparente comodidad es realmente nuestra mayor incomodidad la cual debiéramos de desafiar a desaparecer.  Pudiera llegar a ser necesario hacernos acompañar de otras personas que nos generen ánimo pero al mismo tiempo desafío para crecer del nivel en el que nos encontramos. Finalmente, pero en esencia es el principio de todo:  modificar nuestro sistema de creencias alimentándonos de principios que nos lleven a ejecutar acciones diferentes a las que hemos venido siendo expuestos.

En la búsqueda de propiciar este proceso de reflexión y toma de decisiones permítame sugerirle que se haga las siguientes preguntas y las responda con toda honestidad: ¿Qué le hace sentir cómodo en este momento? ¿Qué es aquello que usted piensa que no puede cambiar y ha dejado de intentar salir de allí?  ¿Si tuviera la garantía de tener éxito qué intentaría?