El mayor de los objetivos que Dios tuvo al crear al hombre fue el de relacionarse con Él. Aún por encima de las funciones de Señorear y Gobernar que le fue asignado, Dios tenía destinado para esta criatura el propósito de tener una relación personal con Él.

El relato de la creación nos enfatiza el hecho que el hombre fue creado a Imagen y Semejanza de Dios. En esta semejanza debemos recordar que Dios es un Dios de rela­ ciones. El mismo mantiene una relación perfecta en las tres personas que le conforman. En repetidas ocasiones Jesús nos mencionó de su relación con el Padre:

JUAN 10:15 de igual manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas.
JUAN 10:30 Yo y el Padre somos uno.
JUAN 10:38 pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed las obras; pa­ ra que sepáis y entendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.

Así mismo mencionó la relación que mantiene con el Espíritu Santo

JUAN 1:33 Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: “Aquel sobre quien veas al Espíritu descender y posarse sobre El, éste es el que bautiza en el Espíritu Santo.”
JUAN 15:26 Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, El dará testimonio de mí,


Y se hace mención entre la relación del conocimiento que el Espíritu Santo tiene del Padre gracias a la relación que mantiene con el Padre

¿Por qué es importante esto para poder definir nuestra identidad? Porque esto nos reafirma la importancia que como seres humanos representamos para Dios. Fuimos dise­ ñados con el propósito de relacionarnos con Dios. Nuestros corazones van formando un vacío en su interior que sólo puede ser lleno con la presencia de Dios.

Todos nuestros temores e inseguridades que podemos atravesar encuentran su remedio en la relación que mantenemos con Dios. Sólo una relación firme y bien funda­ mentada en Dios es capaz de proporcionarnos la seguridad que necesitamos en medio de la prueba y angustia.

SAL 86:7 En el día de la angustia te invocaré, porque tú me responderás.
SAL 13:5 Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se regocijará en tu salvación.

Debemos comprender que, como cristianos, tenemos un privilegio establecido de podernos relacionar con libertad con Dios. Un privilegio que había sido negado en la con­ dición de pecado que la humanidad permanece, pero que en la Gracia redentora que recibimos por medio del sacrificio de Jesús ahora po­ demos entrar con libertad a comunicarnos, conocer y depender de Dios.

Cuando como cristianos estamos conscientes de este enorme pri­vilegio nuestro estado de vida cambia, pues sabemos que ya no es­ tamos solos en medio de nuestro diario vivir. Nuestras circunstancias toman una perspectiva distinta a la luz de nuestra relación con Dios. Podemos encontrar en él la firmeza, seguridad y estabilidad que sólo brinda el respaldo de la relación con Dios.