Desde hace tiempo he dicho que soy mejor para hacer relaciones que negocios, creo que los negocios son temporales, la moneda que utilizan para hacer la transacción (el dinero) no es de tan alto valor como la que usan las relaciones personales. Curiosamente me he dado cuenta que es fantástico hacer negocios con personas con las que uno ha cultivado relaciones pues más allá de velar por enriquecernos económicamente (de lo cual no estoy en contra), estamos interesados en seguir prolongando nuestra relación.  Cultivar relaciones nos lleva a buscar beneficios compartidos, explorar y buscar acuerdos que nos dejen mutuamente satisfechos y, en caso que las cosas no lleguen a ese lugar de satisfacción común, se hace a un lado el negocio pero la relación personal continua avanzando.

Estoy consciente que todo esto que escribí en el párrafo anterior es mucho más sencillo de decir, escribir y escuchar que de llevar a la práctica.  He sido testigo de relaciones que se han echado a perder justamente porque el tema de la transacción de negocios no fue la esperada.  Sociedades, relaciones proveedor – cliente, amistades… en fin, estoy seguro que usted me dará la razón y pudiera aportar más de una experiencia, tal vez personal u observada para apoyar y enriquecer lo que digo.

El tema de las relaciones siempre ha sido difícil.  Desde nuestro nacimiento sentimos la incomodidad al enfrentarnos a un mundo basado en relaciones (pudiera ser este uno de los motivos de nuestro primer llanto).  Esa relación de dependencia que debemos tener en nuestros primeros años para con nuestros padres no es del todo cómoda y esto es solo el comienzo y una faceta de una vida que, para desarrollar la medida de satisfacción que deseamos alcanzar, debe seguirse fundamentando en las relaciones.

Relacionarse es complicado.  Si bien somos parte de una cultura general dada por el contexto social en el que nos desenvolvemos, los aspectos subculturales de nuestra formación hacen que cada individuo posea ciertas características que le hacen “especial” en su forma de ver la vida y de allí que sus reacciones ante lo que acontece a su alrededor sea tan variada.  Esa propia perspectiva de ver la vida, o paradigmas, se convertirán en la base del comportamiento que rija las acciones y decisiones que tomemos, así como la forma en que interactuemos con los demás y el nivel de relaciones que con ellos tengamos.

Intereses comunes, paradigmas similares, valores alineados y creencias compartidas son solo algunos de los elementos que colaboran en facilitar relaciones; aunque esto no quiere decir que es imposible llegar a tener buenas relaciones con aquellos que no están en la misma línea de lo que nosotros consideramos “correcto”, al contrario, estas diferencias nos brindan una oportunidad de ser complementados en nuestro limitado conocimiento y ampliar el nivel de aceptación de la diversidad de opiniones que existen a nuestro alrededor.